Triple A by Bruno Cardeñosa

Triple A by Bruno Cardeñosa

autor:Bruno Cardeñosa [Cardeñosa, Bruno]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Ensayo, Ciencias sociales, Otros
editor: ePubLibre
publicado: 2011-12-31T16:00:00+00:00


Una dictadura encubierta

Hay que señalar que los pocos partidos de la oposición autorizados apenas tenían representación en las calles. Y es que las fuerzas sociales y políticas con más apoyo ciudadano no fueron legalizadas ni pudieron presentarse a los citados comicios. En la práctica, la situación del país era una dictadura encubierta que se sostenía merced a un orden policial extremo, en el que los cuerpos de seguridad actuaban como una auténtica mafia que dictaba las órdenes e imponía un régimen de miedo en las calles que no traspasó fronteras gracias al silencio cómplice de las democracias europeas que no veían —o no querían ver— cómo la injusticia social se adueñaba de una población que podía estallar en cualquier momento si una crisis económica quebraba el difícil equilibrio de Túnez. Y cuando todo ocurrió, cuando la revolución tomó las calles, el desempleo alcanzaba a casi la mitad de los licenciados universitarios, mientras que siete de cada diez jóvenes reconocían que querían emigrar a Europa para buscar allí mejores condiciones laborales y sociales.

Para que se desencadenara la revolución popular intervinieron dos factores:

El primero de ellos fue un hombre llamado Mohamed Buazizi. Era un vendedor ambulante de los miles que se pueden encontrar por las calles, siempre y cuando paguen una suerte de impuesto revolucionario que garantiza que la policía dejará en paz al vendedor. Pero para Mohamed, que tenía a su cargo a siete familiares, la situación era complicada. O se saltaba aquellas normas mafiosas, o no llegaba a ganar lo suficiente para poder alimentar a los suyos. Como respuesta a su desafío, la policía decidió tomar medidas, y el 10 de diciembre de 2010 le confiscaron el carro y le imposibilitaron seguir trabajando.

Apenas diez días antes, Wikileaks había empezado a liberar los cables diplomáticos —250 000 en total— a través de cinco periódicos de dimensión internacional, provocando con ello una crisis de proporciones infinitas. Quedaba al descubierto en aquellos papeles que los embajadores norteamericanos repartidos por el mundo entero sabían perfectamente de las querencias y corruptelas de algunos presidentes y dictadores, pero todo quedaba en comunicaciones oficiales cuyo contenido apenas salía a la luz. Evidentemente, unos cuantos cientos de documentos hacían referencia a las sucias maquinaciones del poder político y policial en Túnez. Sin embargo, los destinatarios de aquellos cables diplomáticos seguían alabando los avances democráticos de Ben Alí y los suyos. Los cables demostraban que en Occidente se sabía perfectamente qué ocurría, pero no se hizo nada para evitarlo porque las medidas de Ben Alí satisfacían otro tipo de intereses.

Apenas unos días después, Mohamed decidió quemarse a lo bonzo frente al edificio del gobierno provincial de Sidi Buzid. Su gesto escondía muchas lecturas, pero una de ellas era el rechazo a las normas religiosas, contra las que también estaba, frente a lo que se creía y sigue creyendo en Occidente, en donde tenemos un reflejo de la radicalidad religiosa que no se corresponde a la realidad. Su sacrificio —moriría la noche del 5 de enero de 2011— tuvo una



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